BAILAREMOS HASTA QUE NUESTROS CUERPOS REEMPLACEN AL SOL
Sábado 18 de abril
En términos científicos, la luz es una radiación electromagnética, a nuestra percepción es también calor, la materia se fricciona y al hacerlo genera temperatura, por ello quizá asociemos la cercanía con el ardor, la distancia con su contrario, la imposibilidad de que dos cuerpos puedan tocarse.
Cuatro de la tarde, 31 grados
Sí, el cargador, sí, la tele ya está encendida, oquei, listo. Arranca el Festival Tecate Pal Norte en su edición 2021, cierto, su primera edición virtual, para nadie es un secreto la razón. Caloncho es el primer músico sobre el que detengo la mirada, vale, está bueno, trae su movida de indie tropical, su presencia se antoja necesaria para un festival en el que uno de sus leitmotivs es el calor y la fiesta, hay algo de refrescante en el performance del músico de Guadalajara, un vibe que huele limón y arena… ah, mira, Siddhartha está tocando en otro escenario, vaya, tengo una buena impresión del ejercicio de los escenarios digitales, dota a la experiencia de un carácter realista, aunque sea de manera virtual el acto de moverse de un escenario hacia otro es igualmente un desplazamiento, lo que me lleva a pensar en la cantidad de trabajo que supone cuadrar todos los elementos actuantes en el festival. Me desplazo hasta el escenario de Siddhartha, otro músico tapatío que sin ser de mi predilección; resulta un buen sabor de oídos, hay una pasión por el pop electrizante y las melodiosas canciones también son necesarias durante los tiempos que corren.
Cinco de la tarde, 30 grados
Algo que siempre resulta positivo de los festivales es el descubrimiento, sea una banda, un artista, un escritor o escritora o comediante, el encuentro fortuito convierte al festival en una caja de pandora, con el ticket abres la caja y desatas el caos, así descubro a Milky Chance, son buenos, me escribe un amigo, son buenos, respondo a su mensaje, hay algo del pop que no acabo de comprender y sin embargo invierto el mínimo trabajo en empatizar con el mismo, sí, suenan bien, son un descubrimiento, tomo el teléfono, investigo su trabajo y trayectoria, se quedan conmigo, resuelvo, ajá, justo para eso es que sirven los festivales.

Elipsis.
Me apresuro a llegar Enjambre, por fortuna el show acaba de comenzar, la banda cumple lo que promete, ejercen un repaso de sus obras más conocidas, las cuales reconozco a la vez que me presentan su obra de manera abierta y distendida, suenan a lo que deben de sonar, otra amiga me escribe puntualizando lo bien que suena el audio durante el concierto, tiene razón, insisto, hay mucho trabajo, es evidente, los sets de grabación parecen el escenario de una película de cyberpunk, si este es el futuro de los festivales en el mundo, no tendría razones para quejarme.

Seis de la tarde, 29 grados
Molotov es explosión en más de un sentido, he de confesar que es una de las bandas de las que más espero del festival, encuentro un detalle particular en su setlist, considerando sus internacionales éxitos cualquiera pensaría que la propuesta de la banda, dada la ocasión; sería presentar una selección de canciones que no suelen tocar durante sus shows regulares, lados b, reversiones y títulos empolvados que bien valdría la pena revisitar durante un concierto sin público físico, sin embargo; Molotov sale a encender las mechas, traen consigo un set pura y llanamente festivalero, me hubiera gustado escucharles otras obras pero comprendo que también piensan en el público que los sigue del otro lado de la pantalla, comprendo que consideraron su proyección y que en efecto, entregan a la gente lo que la gente quiere escuchar.
Siete y veinte de la tarde, 26 grados
Regreso, cuelgo el teléfono, espera, que sigue tocando Sebastian Yatra, no hay mucho que decir positivo, tampoco negativo, se antoja un silencio, se antoja otra cerveza y de manera perentoria, otra elipsis.

Ocho de la noche, 24 grados
Está tocando The Hives, qué ilusión, qué vida sería de haberlos visto en vivo en aquellos años de adolescencia temprana, qué rabia perderse sus shows, qué energía, qué estilo, veo en ellos una larga tradición de músicos impecablemente vestidos y con guitarras tan salvajes como esas tempranas juventudes, los escucho tocar en el festival y me parece ver a The Animals, a The Kinks con sus guitarras rasposas, pero no, es The Hives y el tiempo en el que tocan es nuestro tiempo, la vida es para eso, grito, me levanto del sillón, sí, estoy emocionado, destapo otra cerveza, descubro con asombro una actitud sospechosa: hay en su performance una interacción guionizada, los músicos instan al público digital a manifestarse durante las canciones y ellos responden de inmediato, sospechoso, sí, pero también necesario, supongo, sólo un obtuso ignoraría que tal vez, durante estos que son nuestros tiempos, el ejercicio coreografiado con el público de pixeles sea lo más cercano que tengamos a una experiencia real, es de noche y estoy asombrado, nada puedo exigirle a los Hives, hacen lo que por tanto tiempo han hecho y lo hacen mejor que la mayoría, con todo y sospechas [i hate to say to myself, i told you so], me encantan, pero sigo pensando en la simulación del contacto entre el público y la banda, qué tiempos, otra cerveza.
Nueve treinta de la noche, 23 grados
Curioso, Belinda es la invitada sorpresa, un amigo me explica por mensajes de texto que el Festival Pal Norte fue el pionero en este tipo de prácticas, crear expectativa por un invitado sorpresa que resulta ser uno de los grandes artífices de la música y cultura popular, en ocasiones más olvidados unos exponentes que otros, sea como fuere, Belinda es la sorpresa y efectivamente sorprende, es decir, nada de lo que resulta en su performance es extraordinario (ni siquiera interpretó su distinguida pieza “sapito”) pero su presencia es una sorpresa que refresca un poco luego de la avalancha de emoción que el show anterior supuso, me parece un experimento interesante, introducir elementos de la música exteriores al rock dentro de un festival de, bueno, ¿Rock?, es decir, es una prueba, un ejercicio de estiramiento de nuestra capacidad de ser empáticos, de escuchar lo que escuchan los otros y con ello, escuchar, tal vez, a los otros, al final, la identidad es un flujo discordante y nadie que se llame a sí mismo rockero iniciará otro fascismo ¿O sí?
Once de la noche, 21 grados
Podemos decidir entre tres opciones, Intocable, Gera MX + Sabino o Martin Garrix, la opinión es unánime: Intocable, ninguna decepción, además de resacas de juventud y amores de secundaria, Intocable me parece una banda integrada por muy buenos ejecutantes, que han sabido trabajar con los materiales sonoros del norteño pero filtrados por un pop de gran calidad, siempre sancochados por coros icónicos, dolorosos y memorables, pienso que eso es trabajar con las influencias artísticas, recibir una historia, una tradición, un género y transformarlo, hacerlo que mute y siga evolucionando, qué buena elección, ¿Perdón? Sí, vamos, Intocable tocó cerca de 25 canciones, más del 70% las reconocí de inmediato, canto por lo menos un 80% de las mismas, ¡Esperen! grito a mis amigos, continuo tecleando, es curiosa la música en estos tiempos y curiosa nuestra especie, el festival de los norteños termina con un halo aguardientoso en el ambiente, sí, estamos separados, sí, a veces el mundo parece una cuenta regresiva, sin embargo he bailado y cantado y aunque los 45 grados nunca llegaron, llegó el chingo de cerveza, llegaron los amigos y llegó la fiesta, o por lo menos, un brillante atisbo de la misma.

¡CHECA LA GALERÍA COMPLETA!
Reseña: Paul Carrillo Collazo / Fotografías: Cortesía Pal Norte

















