Fotos y Texto: Tonnie Zanabria
El pasado 21 de enero, la Sala Plácido Domingo del Conjunto Santander se transformó en un escenario donde la emoción y la elegancia se entrelazaron con las notas maestras de la Orquesta Solistas de América, dirigida por el maestro Iván López Reynoso, y el virtuoso pianista Vladimir Petrov. La expectación flotaba en el aire, y poco a poco, la sala se llenó de asistentes ávidos de sumergirse en la magia musical que prometía.
La orquesta que emanaba pasión y experiencia. Bajo la batuta del maestro López Reynoso, la interpretación de la 6ta Sinfonía de Beethoven, también conocida como la «Pastoral», nos transportó a un viaje sensorial por campos verdes y arroyos serenos. Cada movimiento era como una pincelada musical que pintaba paisajes sonoros vibrantes y evocadores. La habilidad del director para guiar a la orquesta en la creación de una atmósfera inmersiva fue evidente en cada momento, dejando a la audiencia cautivada y conectada con la esencia misma de la obra.

La primera parte del concierto culminó con el destacado pianista Vladimir Petrov tomando el escenario para interpretar el Concierto de Piano No. 1. Desde los primeros acordes, Petrov demostró una destreza técnica asombrosa, fusionando virtuosismo y sensibilidad musical con cada pulsación de las teclas. Su ejecución magistral mantuvo a la audiencia en un silencio reverencial, intercalado ocasionalmente por aplausos espontáneos que no podían ser contenidos ante la brillantez del pianista.

El maestro López Reynoso y la Orquesta Solistas de América regresaron al escenario para la segunda parte del concierto, que cerró con una interpretación emotiva y vibrante de la «Pastoral». Los músicos, en perfecta armonía, nos llevaron a través de los distintos estados de ánimo que caracterizan esta sinfonía, desde la calma contemplativa hasta la exuberancia jubilosa.




Fue un festín musical que dejó una impresión duradera en todos los presentes. La combinación del talento del maestro Iván López Reynoso, la Orquesta Solistas de América y el virtuosismo de Vladimir Petrov creó una experiencia única. La sala, inicialmente llena de asistentes con emoción y elegancia, se convirtió en el escenario perfecto para la alquimia musical que se desplegó esa noche, regalando a la audiencia una conexión profunda con la majestuosidad de la música clásica.





















