De la lluvia a la euforia: la noche en que Kylie conquistó Guadalajara

“Music’s got me feeling so free, celebrate and dance so free…”.
Así lo canta Kylie Minogue en su cover “Celebrate”, y en Guadalajara esas palabras se materializaron en una celebración que trascendió la lluvia, el clima adverso y cualquier excusa para no asistir. No soy fan de Kylie —al menos no lo era hasta ayer—, pero lo que viví en su concierto fue suficiente para decir que presencié uno de los mejores espectáculos musicales de este año.

El día estuvo marcado por la lluvia, sin embargo, no fue impedimento, el público comenzó a llegar con paraguas, impermeables y toda la paciencia necesaria. Lo sorprendente fue que nadie se detuvo: todos querían estar ahí, a tiempo, listos para el inicio. Y cuando a las 8:31 pm las luces del escenario se apagaron, entendí por qué, en medio de un rugido colectivo apareció Kylie, abriendo con “Lights, Camera, Action” y dejando claro que esto no sería un simple repaso de éxitos, sino una experiencia cuidadosamente diseñada.

Con “In Your Eyes” la multitud se convirtió en un coro masivo, y al llegar “Get Outta My Way” el público explotó en una energía que pocas veces he visto, esa entrega me hizo pensar que más allá de los discos o la fama, lo que sostiene a un artista como Kylie es la manera en que su música ha acompañado a generaciones, convirtiéndose en parte de la vida cotidiana de miles de personas.

Hubo un momento particularmente especial cuando desde las gradas y la zona general comenzó a escucharse un grito unánime: “¡Kylie hermana, ya eres mexicana!”. Ella se detuvo, sonrió con evidente emoción y agradeció entre risas y gestos de ternura, fue un instante breve, pero cargado de significado: la muestra de un amor que no es pasajero, sino construido durante décadas de fidelidad entre una artista y su público.

La producción fue impecable: visuales que convertían la lluvia en un efecto mágico, luces coreografiadas al detalle y una Kylie que parecía moverse con una naturalidad desarmante. Escuchar en vivo “Come Into My World” y “Can’t Get You Out of My Head” fue presenciar dos momentos icónicos del pop mundial, ejecutados con la frescura de alguien que no necesita demostrar nada, porque ya lo ha hecho todo, y sin embargo, ahí estaba, entregándose de nuevo.

Lo más impactante fue la manera en que, aun yo sin ser fan, pude sentir la intensidad de esa conexión con su público. En “All the Lovers” vi abrazos, lágrimas y sonrisas; en “Timebomb”, pura euforia; en “Padam Padam”, la constatación de que Kylie sigue siendo relevante y poderosa en el presente. Y cuando cerró con “Love at First Sight”, lo hizo con la clase de final que no deja espacio para dudas: todos habíamos presenciado algo grande.

El espectáculo se extendió por más de dos horas y media, un detalle que habla no solo de la magnitud del show, sino del compromiso de Kylie con sus fans, no se trató de un repertorio breve para salir del paso, sino de un recorrido generoso por distintas etapas de su carrera, diseñado para que nadie se quedara sin escuchar esas canciones que han marcado su vida.

Salir de un concierto así es salir distinto, entendí que Kylie Minogue no es solo un nombre en la historia del pop: es una artista que sigue renovándose, que mantiene una relación viva con su público y que tiene la capacidad de transformar un día lluvioso en una noche inolvidable. No lo esperaba, pero lo digo sin reservas: este concierto quedará entre lo mejor del año en Guadalajara.

Más allá del fanatismo, de la nostalgia o de la curiosidad, lo que vi fue comunidad, celebración y un recordatorio del poder que tiene la música para unirnos, y eso, creo, es el mayor logro de Kylie: no necesitas ser fan para salir tocado por su música, basta con estar ahí y dejarse llevar.

Reseña: Tonnie Zanabria / Fotos: Cortesía Kylie Minogue

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