Las segundas partes nunca son buenas: Teléfono Negro 2

Hay películas que deberían quedarse en silencio, y El Teléfono Negro 2 es una de ellas. La secuela del éxito sorpresa de 2021 llega con la ambición de ampliar su universo, pero termina sonando como una llamada que nadie pidió. Lo que en la primera entrega era un terror crudo, tangible y psicológico, aquí se transforma en un «terror» paranormal.

La historia retoma a los hermanos Finney (Mason Thames) y Gwen (Madeleine McGraw), cuatro años después de haber sobrevivido al secuestrador conocido como The Grabber. Pero en lugar de explorar las cicatrices reales del trauma, la película decide convertir el miedo en algo etéreo y fantasmal: ahora las llamadas del teléfono negro llegan desde los sueños, las visiones y las tormentas de nieve, y el villano se convierte en una especie de Freddy Krueger con máscara vintage.

Por momentos, la atmósfera logra atrapar. El campamento invernal donde se desarrolla buena parte de la cinta tiene ecos de El Resplandor: pasillos fríos, habitaciones vacías, una sensación de amenaza latente. Pero esa tensión se diluye rápidamente cuando lo paranormal se apodera de todo, y lo que pudo ser una exploración del trauma infantil termina pareciendo un episodio largo de Pesadilla en la Calle Elm.

El problema principal no es la ejecución técnica —la fotografía para las secuencias oníricas luce impresionante— sino la necesidad misma de que esta historia exista. El Teléfono Negro cerró perfectamente su arco: el villano derrotado, los hermanos libres. Pero Hollywood, fiel a su costumbre de no dejar morir lo que genera ganancias, decidió levantar el auricular una vez más, solo para entregar una trama que avanza a golpes de clichés y coincidencias imposibles.

Ni siquiera la presencia del mexicano Demián Bichir logra elevar el resultado. Su personaje, un bondadoso encargado del campamento, promete ser una figura de peso, pero termina reducido a un rol secundario que ni asusta ni emociona. Un desperdicio de talento que refleja bien el problema general de la cinta: tener los elementos correctos, pero no saber qué hacer con ellos.

En resumen, El Teléfono Negro 2 no es una catástrofe, pero sí un recordatorio de que algunas historias deben quedarse colgadas. Lo que antes era un terror real, cercano y humano, ahora es una fantasía sobrenatural que cambia el miedo por el ruido. Y cuando los créditos finales aparecen, uno no puede evitar pensar que esta llamada, simplemente, no era necesaria.

Deja un comentario