El 19 de noviembre, el Teatro Estudio Cavaret recibió a Guitarricadelafuente como quien abre la puerta a un fantasma que no asusta, sino que embruja. El recinto —siempre dispuesto a ser cómplice de la emoción ajena— se llenó de una multitud heterogénea, de esas que saben perfectamente a qué fueron: a dejarse mecer por un muchacho que canta como si estuviera recordando algo que le duele… pero que insiste en contarlo porque hacerlo lo salva.
El set de la noche comenzó con una Intro que fue más un susurro que una introducción, para luego entrar en calor con Full time papi y BABIECA!, piezas donde Guitarrica ejerció ese talento suyo de convertir cualquier escenario en un patio familiar. Futuros amantes, Poses, Caballito, ABC, Pipe dream, Puerta del Sol… cada una cayó como fichas de dominó cuidadosamente calculadas, empujando al público a ese territorio emocional donde la nostalgia y la fiesta coexisten sin vergüenza.


Cuando llegó Port Pelegrí, el ambiente adquirió esa cualidad marítima que sólo él sabe invocar, mientras que Mataleón y Mil y una noches se encargaron de tensar la cuerda narrativa. Y luego, en un gesto casi teatral, dejó colarse a Troye Sivan vía playback para In My Room, recordándonos que la modernidad también tiene su encanto cuando se mezcla con madera y cuerda.
La noche subió un peldaño de complicidad cuando el propio Guitarricadelafuente improvisó un outro personalizado en ¿Quién teme a la máquina?, dejando caer frases dedicadas a Guadalajara —detalle que el público celebró como si les hubieran regalado un poema con su nombre tatuado. Luego, atendió la petición de la audiencia y cambió la ruta: Ya mi mama me decía entró en escena y Sixtinain quedó fuera, sin que nadie protestara.



El clímax ritual llegó con Guantanamera, coreada como si fuera patrimonio emocional de la ciudad. Y en el encore, el muchacho remató con Sonata nº 9 de los heavies de Gran Vía y Tramuntana, una despedida que dejó al teatro oliendo a sal, a viaje y a un corazón que no se quiere ir del todo.
Fue una noche íntima, honesta y filosa. Un concierto que no buscó la épica sino la verdad, y que por lo mismo la encontró.
Por: Dany Krasso y el Reportero Amorfo